jueves, 5 de octubre de 2017

Crítica de "La sociedad gaseosa", en ACEPRENSA




Alberto Royo, musicólogo y profesor de secundaria, publicó hace un año Contra la nueva educación, un ensayo de título poco ambiguo en el que criticaba las pedagogías de moda centradas en la motivación del alumno y su bienestar emocional. Ahora, en La sociedad gaseosa, Royo extiende el foco de su análisis –y de su crítica– a otros aspectos de la vida moderna, aquejados, según él, de los mismos prejuicios antiintelectuales, de la misma superficialidad y relativismo. No obstante, en la mayoría de los capítulos, el punto de origen de la invectiva sigue estando en la educación. Quizás porque de aquí se hayan extendido los males a esos otros ámbitos, o porque las aulas ofrezcan las condiciones de “laboratorio” que permiten un diagnóstico más certero.

Como explica el autor en los primeros capítulos, defender hoy en día el rigor intelectual, las convicciones sólidas, el esfuerzo, la virtud o la responsabilidad individual (como contraposición a los condicionamientos sociales), le puede acarrear a uno el riesgo de ser tachado de reaccionario, elitista o adoctrinador. A Royo parece no importarle: fustiga sin piedad el relativismo y el cinismo moral, la falsa idea de equidad que lleva a igualar en la mediocridad, la obsesión por la innovación o la hipertrofia de lo emocional en nuestra sociedad. Se puede decir que la diana común de todos sus dardos es el llamado pensamiento débil, clave en el ideal de posmodernidad.No es Royo un pensador conservador –o al menos él no se considera así–, sino más bien un nostálgico de una izquierda que desde hace tiempo “abandonó la bandera de la responsabilidad individual” (también en el ámbito de la cultura, aunque no solo), dejándola en manos de los sectores más liberales. Como ejemplo de que estos valores no siempre han sido ajenos al progresismo, Royo cita abundantemente textos de Gramsci.

El libro, aunque heterogéneo en cuanto a la longitud y profundidad de los capítulos, posee coherencia en lo argumental, y se atreve a cuestionar ciertos dogmas del progresismo bienpensante de nuestros días, como el supuesto sexismo de los juguetes para niñas y para niños, o la idea de que todos los males educativos vienen de la LOMCE.

Ahora bien, como en Contra la nueva educación, Royo vuelve a caer en un antiliberalismo que en ocasiones resulta forzado: el libre mercado puede contribuir a la vacuidad intelectual y conducir al relativismo que el autor denuncia, pero las causas profundas están más allá. Del desprestigio de la moral y las convicciones sólidas tiene más culpa la sospecha contra la metafísica de la Ilustración que Adam Smith. 

1 comentario:

  1. ACEPRENSA le pone un pero a "La sociedad gaseosa" en su "forzado antiliberalismo". Habiendo leído a Alberto creo que las referencias al tema no son tan significativas como para hacer objeciones... Quizá primero habría que definir bien qué es eso del liberalismo y del "libre" mercado... Seguramente que la vacuidad de nuestra sociedad también está en el origen del mercantilismo y no al revés. Sin embargo, hay que denunciar que no solamente se hace mercado de los bienes materiales. Hay colegios más interesados en la gloria de las instituciones de las que son imagen pública que en promocionar el conocimiento, la responsabilidad y la libertad. Y esos centros tienen mucha, mucha culpa, de lo que ahora padecemos.

    ResponderEliminar